jueves, 4 de abril de 2013

Me voy de trasteo


Después de un año entero de ausencia en este medio, he vuelto. Pero solo vuelvo para informarles que he decidido mudar este sitio a otra página. De ahora en adelante escribiré desde un blog que encontrarán en la página web de la firma inversionista que fundé en compañía de otros socios.
Para ilustrarlos un poco, les cuento que es mucho lo que ha cambiado desde mi último artículo que titulé Apología de la vagancia. Ese escrito, que tanto le gustó a mis amigos por el tono sarcástico con el que describí mi vida de “vago”, se dio en el justo momento en el que estaba por terminar un ciclo e iniciar otro importante paso hacia la búsqueda de mis metas profesionales: constituir legalmente la compañía inversionista que venía operando desde años atrás.
La vida me cambió drásticamente. Antes solo me preocupaba por mí y ahora tengo una Asamblea de accionistas a la que tengo que responder. Antes solo recibía informes y ahora también me toca generarlos. Hay unas expectativas de rentabilidad del patrimonio de la compañía que tengo que cumplir y, en lo posible, superar. Por supuesto, antes de arrancar me aseguré de que el cargo de Director Ejecutivo estuviera diseñado a mi medida: me pagan por invertir de la manera más inteligentemente posible el dinero de la compañía y soy yo y nadie más que yo quien toma todas las decisiones de inversión. Mejores resultados financieros para los accionistas se traducen en mejor salario para mí, sin contar que también soy accionista, aunque con un porcentaje pequeño. ¿Habrá algo mejor que eso? No lo creo. Es el trabajo de mis sueños. El único trabajo por el que podría haber dejado atrás mi vida como “vago” (léase: profesional independiente con ínfulas de capitalista).
Aunque en la práctica la compañía ya venía operando hace varios años, solo se pudo se pudo constituir legalmente en junio del año pasado (2012). En los tres trimestres que llevamos de operación, los resultados financieros han sido ampliamente satisfactorios y las expectativas a futuro son enormemente promisorias. Veo un cielo despejado para volar bien alto. Las oportunidades están ahí y estamos preparados para aprovecharlas. No duden que dentro de poco estaremos dando de qué hablar en el mundo empresarial. Se los garantizo.
Solo me resta agradecerles de corazón por haber hecho de este espacio un rincón donde he podido expresar mis pensamientos y los invito a leerme de ahora en adelante en el nuevo blog, y a conocer y seguir la trayectoria de nuestra naciente compañía en la página web www.cortescp.com . De verdad, mil gracias.

sábado, 31 de marzo de 2012

Apología de la vagancia

Tengo que confesarlo: Soy un completo vago! Llegué a esa conclusión en días recientes cuando descubrí que los porteros del edificio donde vivía hasta hace un mes hicieron una apuesta. Por un lado estaban los que creían que yo era un ingeniero contratista del estado. Por el otro lado estaban los que creían que yo no hacía nada y que vivía con una mesada que mis padres me proveían. Un día no se aguantaron más y me preguntaron por mi actividad profesional. Bueno, no los culpo por su inquietud. Mi carro siempre fue el último en salir (cuando salía) y el primero en entrar al parqueadero todos los días. Entonces decidí sacar provecho de la situación:
-          ¿De cuanto es la apuesta? Pregunté.
-          De 10 mil pesos. Respondió uno de ellos.
-         Bueno, yo les respondo pero con una condición: Si ninguno acierta, yo me gano los 20 mil pesos. ¿Aceptan?
-          Está bien. ¡Aceptamos!
-       Entonces les pregunté: ¿Todos ustedes creen en Dios y han leído la Biblia cierto? – ¡Claro que sí! Respondieron. – Bueno, yo tengo comunicación directa con Dios y cada vez que se me acaba el mercado lo llamo y... ¡problema solucionado! Lo mismo hago cuando me toca pagar el arriendo, los servicios y todas mis demás obligaciones.
Ya me imaginaba yo con mis 20 mil pesos en el bolsillo pero por alguna razón que no entiendo, no me creyeron. No había razón para que dudaran de mí. El caso es que me quedé con las ganas de ganarme la platica y ellos con las ganas de saber qué hago para ganarme la vida.

El fin de semana siguiente empecé a notar que las residentes de otros apartamentos se llevaban a sus hijos cuando yo iba pasando o bajaba a la piscina. Parece que creyeron que yo era una mala influencia para los niños. Por eso me cambié de edificio. Ahora estoy en uno nuevecito y aun no tengo vecinos chismosos que piensen que soy una mala influencia.
A partir de ese episodio me puse a pensar en muchas cosas. Desde que estaba en la universidad tenía claro que no quería ser empleado de nadie. La idea de vender mi tiempo a otros nunca me convenció. Siempre quise ser mi propio jefe y trabajar para mí. Pero en la medida en que empecé a estudiar el sistema económico y a entenderlo, descubrí que tampoco quería trabajar para mí. Lo que quería era no trabajar. Y la forma de lograrlo era buscando gente que trabajara para mí para no tener que hacerlo yo. Descubrí que comprar tiempo de otros era mucho mejor negocio que vender el mío. Eso se lo aprendí a Adam Smith cuando leí La riqueza de las naciones.
Mi vida de vago no la cambio ni si me llama el Presidente Santos a ofrecerme un Ministerio. Mi rutina diaria incluye 2 horas de deporte, 3 horas de lectura de periódicos y revistas para estar al día con lo que pasa en el mundo, leer informes y algún libro, muchas llamadas telefónicas y de vez en cuando una que otra reunión. Estar al día y absorber mucha información, además de que me gusta, me permite mejorar mis técnicas para poder ser un vago toda la vida. Menos mal que no nací en un país comunista como Cuba porque allá a todo el mundo le toca trabajar. Qué pereza. Por eso soy defensor acérrimo del sistema capitalista, porque es el que permite que vagos como yo podamos vivir tranquilos en el mundo.
Hace una semana asistí a la asamblea de accionistas de una empresa de la que me hice socio recientemente. Asistimos unos 40 accionistas a la cita y yo, a pesar de no poseer ni el 2% de las acciones en circulación, hice una intervención bastante extensa en la que daba algunas sugerencias para disminuir los riesgos del negocio y otras para aumentar las utilidades. En un momento dado, les dije que en vista de lo extensa de mi intervención iba a detenerme ya. Cual no sería mi sorpresa al ver que todos querían que siguiera hablando y hasta uno de los miembros de la Junta Directiva me invitó a formar parte de un comité para un trabajo específico. Entonces descubrí que todos los presentes también llevaban un vaguito en el corazón. Ellos querían escuchar mis sugerencias porque muy en el fondo querían vivir de la empresa sin tener que trabajar. Ya me imaginaba sus pensamientos: que trabaje el Gerente y sus empleados que a mí solo me interesa mi cheque de dividendos!
Como ahora sé que todos llevan un vaguito en el corazón, ya no me da pena decirlo abiertamente. Es más, no conforme con ser un vago yo, ahora quiero enseñarles a otros las cosas que yo he aprendido para que también lo puedan ser, así que me inscribí en un Diplomado en Docencia Universitaria con el propósito de dictar la cátedra de ingeniería económica en alguna universidad. Yo recuerdo que cuando estaba en séptimo semestre de mi carrera, la clase de ingeniería económica me empezó a dar las respuestas que estaba buscando pues las matemáticas financieras se convirtieron en mis aliadas para lograr mis objetivos. Con un solo curso que tenga a mi cargo estaré ampliamente satisfecho pues podré sacar al mundo una nueva camada de vaguitos cada semestre.
Acepto que ser un vago a secas es algo incómodo cuando uno socializa con otras personas. Al título de empresario no clasifico porque no poseo ninguna empresa completa (aun). Las participaciones que tengo en algunas son tan pequeñas que no me dan ningún poder de decisión dentro de ellas. Tampoco puedo ser llamado inversionista. Un inversionista es un tipo que cuenta con capital que siempre está moviendo de un lado a otro y la verdad es que a mí me toca hacer maromas chinas cada vez que se me ocurre una nueva idea de negocio para perpetuar mi vagancia y necesito conseguir recursos.
Al título de inversionista sí es al que aspiro algún día porque el vago que más admiro en el mundo es también el mejor inversionista que ha existido jamás. Se llama Warren Buffett. Él no hace nada. Se la pasa de compras. Comprando empresas, claro está. Solo lee los informes anuales de muchas de ellas y compra las que están en promoción con el 50% de descuento o más. Este tipo arrancó sin un solo dólar en el bolsillo y ya hoy es el tercer hombre más rico del planeta. Es muy inteligente, tiene un gran poder analítico y un gran entendimiento del mundo económico, pero su técnica es tan sencilla que hasta un tipo normal como yo la ha podido aplicar. Desde que supe de su existencia he leído los libros que él leyó para formarse, leo las cosas que escribe y veo sus entrevistas para aprender de él. Nunca deja de sorprenderme ese poderoso cerebro que posee. Gracias a que he aplicado sus métodos es que ahora he podido ser el vago que soy. Por supuesto que muy probablemente yo nunca llegaré a poseer los ceros a la derecha de su declaración de renta, pero definitivamente es mi vago favorito y mi ejemplo a seguir.
Ahora me preocupa es que el día que conozca a la mujer de mi vida y vaya a conocer a mis futuros suegros, me hagan la pregunta de rigor: ¿Donde trabajas? Ahí sí voy a quedar viendo un chispero. ¿Qué les voy a decir? A ellos no les puedo salir con el cuento de mi comunicación directa con Dios, como lo hice con los porteros de mi edificio. ¿Como les voy a explicar que a su hija le gusta un vago? ¿Y qué tal que sean de esas familias que sueñan ver casada a su hija con un “doctor”? Me voy a ver en aprietos pero creo que tengo tiempo suficiente para ir pensando en inventarme algo para no quedar tan mal. Ya se me ocurrió que debería tener una oficina y una secretaria para disimular un poco la cosa. Lo de la secretaria sería magnífico porque ella haría muchas de las cosas que no me gusta hacer. Lo de la oficina me serviría para que cuando me llamen al celular y me pregunten donde estoy, ya puedo responder “en la oficina” aunque esté haciendo lo mismo que estaría haciendo en la casa: devorar grandes cantidades de información.
Por último quiero enviarles un mensaje a mis amigos. El chistecito ese de llamarme a las 8:00 AM y preguntarme que si ya me levanté, no me hace ninguna gracia. Para que sepan, a esa hora ya estoy regresando del gimnasio porque madrugo muy a las 6:00 AM para que me rinda el día. ¿Entendido?

viernes, 13 de enero de 2012

Dos años después de lanzarme al agua


Bueno, aquí estoy de regreso. El próximo 31 de enero se cumplen dos años desde que tomé la decisión de dejar mi empleo como gerente de una oficina bancaria para hacer negocios por mi cuenta. He tenido mas altibajos de los que hubiera podido prever en ese momento. Cuando dejé ese empleo en enero de 2010 todo marchaba de maravilla. Se cumplían todas las condiciones y reglas que yo mismo me inventé para disminuir al máximo la probabilidad de fracaso. Quienes leyeron el artículo que escribí en marzo de ese mismo año y que titulé Antes de dar el gran paso, saben de qué les estoy hablando.
Poco después empezaron los problemas. Un contrato de arrendamiento de vehículos que estaba firmado por un año me lo cancelaron a los dos meses de haber iniciado sin explicación ni indemnización alguna. Además, mi principal deudor, a quien le había prestado una buena suma de dinero al interés (y que a su vez yo le debía al banco) empezó a tener dificultades financieras y no me interesaba quedarme con la garantía porque necesitaba el flujo de caja que este me generaba. Por esos mismos días, a un tipo que consideraba mi amigo, con quien ya había hecho negocios con anterioridad, le pagué una cantidad importante de dinero a cambio de cederme la ejecución de un contrato que había ganado con una entidad del estado y después resultó que el contrato no existía; quedé sin contrato, sin amigo y sin plata. Por otro lado, un socio también tenía dificultades para iniciar una obra civil que prometía buena utilidad pero la demora para arrancar estaba diezmando dicha utilidad. Otra obra que había terminado en febrero de 2010 no me la habían terminado de cancelar todavía en octubre de ese año. En resumidas cuentas, el período comprendido entre junio y los primeros días de noviembre de 2010 fue la peor época de mi vida.
Como si no hubiese sido ya suficiente con sentir que me habían caído las 7 plagas de Egipto por mi mala suerte, saber que tenía en riesgo casi todo el pequeño patrimonio que había logrado construir en 8 años de esfuerzo, ahorro y sacrificios personales y tener que mudarme nuevamente a la casa de mis padres (ahora con esposa a bordo) a causa del serio deterioro de mis finanzas, no me pude salvar del “te lo dije” de mi madre ni del silencioso reproche de mi esposa (hoy ex-esposa), que aunque no me decía nada con palabras, su frío trato y su mirada inquisidora eran suficientes para hacerme sentir un nudo en la garganta todos los días. Aunque debo aclarar que su actitud era totalmente comprensible para mí porque ella nunca estuvo de acuerdo con mi aventura, así que me consideraba 100% responsable de todas las dificultades que estábamos pasando.
La cosa estaba tan grave que decidí entonces tragarme mi orgullo y aceptar mi derrota. Obviamente que con mi ego profundamente golpeado y con poco presupuesto para vivir no estaba de ánimos para reuniones sociales ni para hablar con nadie. Dejé de hacer cosas que habitualmente hacía, como comer en restaurantes, reunirme con mis amigos, ir a cine, salir de rumba o de paseo. Vivía encerrado en mi casa y no quería ver a nadie ni que nadie me viera a mí. Lo único que me preocupaba era encontrar una solución urgente para mi situación.
Cuando nada podía ir peor pasaba largas noches desvelado pensando en la forma de solucionar mis problemas. Fue en los primeros días de noviembre del fatídico 2010, en una de esas noches de desvelo, que se me ocurrió la idea que le daría un vuelco total a mi situación.
Como ya les conté, yo tenía una sociedad con un amigo ingeniero civil y en el mes de febrero habíamos entregado una obra que no nos habían terminado de pagar todavía en octubre. Había voluntad de pago por parte de los socios de la empresa que nos contrató pero su situación de iliquidez no les permitía hacerlo. Yo sabía que los socios de esa compañía también eran socios en otra empresa de servicios públicos que desde hacía algún tiempo era de mi interés. Al día siguiente, aun con las ojeras por no haber dormido en toda la noche, llamé al socio mayoritario de la empresa contratante y ese mismo día me reuní con él. Le propuse lo que estuve planeando durante toda la noche anterior: que yo me comprometía a conseguirle prestado el dinero para que me terminara de pagar a mí y a otros acreedores que no daban mas espera, con la condición de que garantizara ese préstamo con las acciones que poseía en la empresa de servicios públicos que me interesaba. No habría pignoración de las acciones sino que haríamos las cosas a mi manera, por medio de una compra con pacto de retroventa sobre las acciones.
Al hombre le gustó la idea. Lo consultó con sus socios y a los dos días ya tenía yo la respuesta positiva de todos. Le solicité toda la información financiera y legal de la empresa para poder hacer una valoración y determinar cuanto le podría prestar por sus acciones. A la semana ya tenía en mis manos toda la información y los documentos que solicité y tres días después determiné el valor aproximado de la empresa y el valor del crédito por las acciones. Ahora, como yo no disponía de recursos, me tocaba ejecutar la segunda parte de mi plan, que consistía en buscar un inversionista para la operación a quien le ofrecí un porcentaje importante de las acciones en caso de que los deudores no pagaran y nos tocara quedarnos con la garantía. Bajo esas condiciones no fue difícil encontrar al inversionista y el primero de diciembre de 2010 cerramos el negocio.
No lo podía creer. Después de solo tres semanas yo tenía la sartén por el mango. Estaba a punto de ganar la lotería. Se fue la depresión y ahora mi autoestima estaba en la estratosfera. Sin modestia me toca confesar que me sentía berraco, inteligente y astuto. Y es que no fue poco lo que gané. En un abrir y cerrar de ojos, sin que saliera un peso de mi bolsillo, recuperé el dinero que ya tenía perdido y de paso tenía a mi nombre el 70% de las acciones de una concesión de servicios públicos que empleaba a 40 personas. Si la contraparte no regresaba el dinero prestado por el inversionista con sus respectivos intereses en 90 días, el contrato leonino que me inventé establecía que yo me quedaba permanentemente con esas acciones. El peor escenario era que la contraparte devolviera el dinero prestado por el inversionista con sus intereses y aun así todos quedábamos felices.
Entonces para no alargar más la historia, aunque mi intención inicial era apoderarme de la empresa una vez vencidos los tres meses, finalmente no lo hice. El negocio terminó en un acuerdo que modificó las condiciones iniciales del contrato y del cual todos resultamos beneficiados por igual.
Viendo las cosas en retrospectiva, el principal beneficio de este negocio es que solo fue el primero de muchos otros. Fue el inicio de una sana y fructífera relación comercial y de amistad que a la fecha lleva más de un año, con empresarios que me llevan una ventaja de más de 20 años por delante, personas sencillas y abiertas de las que he aprendido y con las que he adquirido mi propia experiencia, donde he encontrado un mar de oportunidades para hacer cosas nuevas todos los días en mi propio beneficio, en beneficio de ellos y de los inversionistas que arriesgan sus recursos confiando en mi criterio. Sobra decir que gracias a esa relación logré salir del hueco en el que me encontraba.
Hace poco leí en alguna parte una frase que decía que para tener éxito una vez, se necesitan cien fracasos, pero cada fracaso es el condimento que le da más sabor al éxito. Creo que la frase es muy cierta. Y no es que esté muy platudo como algunos podrían pensar. La sensación de éxito que apenas empiezo a experimentar consiste en que después múltiples intentos fallidos, ahora sí me estoy atornillando a la actividad profesional que me apasiona y hace que esté tan feliz el lunes por la mañana como el viernes por la tarde. Eso para mí ya es éxito. Y conseguir las cosas de esta manera, aunque sean pequeños logros, es más placentero que ganarse el gordo de la lotería, pues no es una cuestión de suerte sino el resultado de un plan diseñado y ejecutado con precisión quirúrgica. Espero no tener que tragarme estas palabras en el futuro pero no puedo evitar expresar mi optimismo.
Soy conciente de que si algo no hubiera salido bien, el final de esta historia sería muy distinto. Pero bueno, ahora que lo pienso… ¿cual final? La verdadera historia apenas comienza ahora y yo les seguiré contando.

jueves, 10 de noviembre de 2011

Antes de dar el gran paso


(Entrada publicada originalmente el 20 de marzo de 2010 pero había sido eliminada accidentalmente).
Después de 8 años de haber obtenido mi título universitario como Ingeniero Industrial en la Universidad del Norte de Barranquilla, carrera que me llevó por varios empleos en distintas regiones del país, he decidido dejar atrás la seguridad y tranquilidad de la vida laboral y lanzarme a las turbulentas aguas del mundo de los negocios.
La verdad es que para una persona ambiciosa como yo, 8 años me han parecido una eternidad para poder obtener la tan anhelada independencia financiera. Recuerdo que mis cálculos en épocas de universitario me indicaban que lo podría lograr en solo 5 años si conseguía un empleo estable que me permitiera tener algún ahorro por mínimo que fuera. Sin embargo, lo cierto es que los únicos empleos estables que me permitieron ahorrar y tomar créditos para apalancar mis ambiciones han sido los últimos dos (como corredor de bolsa y como gerente de sucursal bancaria).
Pero el objetivo de este artículo no es exponer los detalles de mi hazaña (perdónenme la falta de modestia), sino darle al lector que esté interesado en dejar su empleo y seguir este mismo camino, algunas sencillas recomendaciones para disminuir al máximo la probabilidad de tomar una decisión apresurada o equivocada que podría tener graves consecuencias en su vida. Así que mis recomendaciones son las siguientes:
1. Asegure un flujo de caja mensual para vivir que reemplace su sueldo. Generalmente este primer punto es el mas difícil de conseguir pero no es imposible. Antes de dejar su empleo para dedicarse a una actividad particular, usted debe tener muy claro un presupuesto de gastos mensuales que le permitan a usted y a su familia continuar con el mismo nivel de vida que siempre han tenido. Tenga en cuenta que si usted es soltero puede hacer sacrificios y apretarse el cinturón con tal de conseguir la independencia, pero si usted ya está casado y tiene hijos no espere que el resto de su familia entienda su decisión. Si usted no es capaz de mantenerles el mismo nivel de vida es muy probable que lo manden a ver a un psiquiatra. De ahí la importancia de contar con un flujo de caja mensual, estable y suficiente.
Entre las muchas formas de conseguir este flujo mensual, recomiendo tres que me han funcionado a mí:
· La compra de propiedad raíz para arrendar. Le recomiendo buscar inmuebles usados, que no sean residenciales tales como oficinas, locales comerciales o bodegas. Es muy importante que el arriendo recibido sea por lo menos el doble de la cuota que usted esté pagando en el banco por la financiación de dicha propiedad para evitar problemas de liquidez y ojalá que el arriendo represente por lo menos el 1.2% del valor total al que usted adquirió el inmueble.
· Prestar dinero al interés. Este es un negocio altamente rentable y riesgoso pero si se sabe manejar se puede disminuir el riesgo considerablemente. Busque clientes dentro de su círculo de amigos cercano. No ponga a sus clientes a firmar letras o pagarés; en vez de eso exija como garantía una propiedad raíz o un vehículo del cliente que quede a nombre suyo y hagan un contrato de arrendamiento por el valor de los intereses con una opción de compra, o sea un contrato de leasing. De esa manera usted tendrá dos grandes ventajas con relación a la letra o el pagaré. Por un lado tiene el bien a su nombre y no tendrá que acudir a ningún juzgado en caso de incumplimiento del deudor pues usted ya es dueño de la propiedad. Y por otro lado con el contrato de arrendamiento puede demostrar a los bancos sus ingresos para poder acceder a nuevos créditos baratos que le permitan aumentar el capital de su negocio. Los bancos no tienen en cuenta las letras y pagarés para que los clientes demuestren sus ingresos, pero un contrato de arrendamiento sí es bienvenido en estas entidades.
· Entregar vehículos en arrendamiento a pequeñas empresas de ingeniería. Existen muchos contratistas, tanto de empresas privadas como públicas, que necesitan vehículos todoterreno o volquetas para realizar ciertos trabajos pero no tienen la capacidad para comprarlos o no quieren incurrir en más carga operativa, así que optan por tomar estos vehículos en arrendamiento. Busque este tipo de clientes para suministrarle vehículos. Al igual que con la propiedad raíz, es muy importante que el valor recibido por el arriendo sea superior a la cuota que está pagando por el vehículo aunque no necesariamente el doble. También hay que tener en cuenta la depreciación y los costos de mantenimiento, por eso la renta mensual del vehículo debe ser por lo menos un 6% del valor de compra.
2. Páguese usted mismo un salario. Una vez cuente con un flujo de caja mensual estable y suficiente, usted debe pagarse a sí mismo un salario que le permita cubrir el presupuesto que hizo en el punto anterior para no gastar toda su utilidad. Aquí es muy importante diferenciar cuales gastos va a pagar con su salario y cuales van a pagar sus negocios. Por ejemplo, puede abrir una cuenta de ahorros donde se pague su salario y una cuenta corriente a donde entren las ventas de cada negocio y salgan los costos de los mismos. Es así como la cuota de su vehículo particular saldrá de la cuenta de ahorros (de su salario) pero el pago de la cuota de una casa que tenga en arriendo saldrá de la cuenta corriente porque se debe pagar con el mismo arriendo que entra en dicha cuenta. Al pagarse usted mismo un salario, evita caer en tentaciones de aumentar sus gastos en forma desproporcionada cuando sus negocios van creciendo.
3. Asegure una fuente permanente y económica de financiación. Cuando una persona decide dedicarse a los negocios es normal que se presenten muchas oportunidades y que no contemos con el capital suficiente para poder participar. Es por eso que es muy importante contar con lo que yo llamo un ángel de la guarda. Mis ángeles son un par de empresarios amigos que financian mis aventuras cuando lo necesito. La estrategia es sencilla: el ángel presta el dinero y una vez el negocio inicia su marcha, la deuda es reemplazada por un crédito bancario que se utiliza para devolver el capital con sus respectivos intereses. Sobra decir que para conseguir ángeles de la guarda hay que tener una reputación intachable y nunca quedarles mal.
4. El problema es el tiempo y no el dinero. Algunas personas curiosas y otras con algo de envidia me han hecho comentarios en los que me dan a entender que estoy loco porque sin tener un patrimonio alto dejé un buen trabajo tirado. Esas personas no entienden que el momento para que una persona se retire de su empleo no lo determina su patrimonio ni sus ingresos sino el tiempo disponible. Esto quiere decir que uno no se retira cuando llega a X cantidad de millones de patrimonio o de ingreso mensual sino cuando se dan las siguientes dos condiciones:
  • Cuando atender sus actividades particulares le demanden tanto tiempo y esfuerzo que físicamente le sea imposible cumplir con las obligaciones laborales y a la vez atender su negocio pues uno no se puede multiplicar por dos para hacer ambas cosas.
  • Además, el beneficio económico de estar al frente de sus negocios debe ser superior al salario que está ganando en su actual empleo.
Mientras una persona pueda cumplir al 100% con sus actividades laborales y al mismo tiempo atender sus negocios particulares no debería renunciar a su trabajo. Por qué hacerlo? Esa quincena nunca va a sobrar aunque por fuera gane 10 veces más.
5. Mantener una reserva de liquidez. Es importante que al renunciar se tenga una reserva de liquidez por lo menos para vivir 3 meses. Generalmente las empresas pagan muy puntual a sus empleados y uno, siendo uno de ellos, se acostumbra a una quincena puntual. Pero cuando sus fuentes de ingresos son su negocio, intereses, arriendos, etc., es muy probable que los pagos no sean tan puntuales como los que le hacía su anterior empleador. Es por esa razón que la reserva es muy importante.
6. Mantenerse motivado. Dado que los emprendedores somos una minoría muy escasa en nuestra sociedad, son muchas las personas que tratarán de hacerle “entender” que está en un error pues la gran mayoría de las personas sueña con tener un buen empleo dentro de una gran empresa. Para contrarrestar estas influencias negativas es muy importante mantenerse en contacto con personas que piensan igual que uno. Si es posible, es bueno ser amigo de una persona que ya lleve el camino mucho mas avanzado y que la sociedad tenga una imagen de éxito de esa persona. Estos individuos se sienten identificados con otros emprendedores que apenas comienzan y siempre tienen palabras de aliento y buenos consejos para ofrecer. A veces se convierten también en nuestro ángel de la guarda. También es importante leer historias de grandes empresarios, pues por lo general estos siempre han comenzado de cero. Estas historias son muy inspiradoras y a veces descubrimos que no somos muy diferentes a esos personajes en sus inicios. También evite siempre a los perdedores y a las personas pesimistas pues ellos solo verán riesgos en donde usted ve oportunidades.
Estas 6 sencillas recomendaciones son el resultado de mi corta experiencia particular. No pretendo dármelas de gurú de las finanzas; solo quiero aportar mi granito de arena para que muchos otros tengan la oportunidad de experimentar la maravillosa experiencia de la independencia financiera sin fracasar en el intento.

miércoles, 26 de octubre de 2011

Sobre el salario mínimo

A continuación reproduzco un correo que le envié hoy a un amigo que hizo una interesante reflexión sobre el salario mínimo. Yo le respondí este mensaje con mi punto de vista y lo comparto con ustedes.

Doctor García:
Le agradezco por el tiempo que se ha tomado para hacer esta reflexión sobre tan importante asunto y compartirla con nosotros. Yo también tengo mi punto de vista sobre el tema y quiero compartirlo con usted. Tenemos coincidencias y algunas diferencias que vale la pena tener en cuenta.
Primero, coincido con usted en que el problema del salario mínimo en Colombia es gravísimo. La cosa está tan grave que, aunque ese mínimo no alcanza para cubrir las necesidades básicas de ningún individuo, también hay muchos trabajando por mucho menos que eso. O sea que esos que ni siquiera llegan a ganar un mínimo consideran privilegiados a los que sí lo ganan. Así de mal estamos.
Sin embargo, también creo que la solución verdadera no está en las manos del comité tripartito que usted menciona, conformado por los representantes de el gobierno, los trabajadores y los empresarios. Las restricciones que tiene este comité son reales. Aumentar el salario mínimo por encima del crecimiento de la producción necesariamente genera inflación, pues al no haber un aumento en la producción de bienes y servicios que absorban el mayor efectivo circulante en la economía, los precios de los bienes que hay disponibles tienden a subir. La inflación nos perjudica a todos, pero principalmente a los pobres que no poseen bienes que se valoricen en períodos de alta inflación. Sin embargo sí les toca ver como, a pesar de recibir un aumento sustancial de su salario, la canasta familiar aumenta mucho más de precio. Eso lo vimos hace poco en Venezuela, cuando el Presidente Chávez decretó, en una medida populista, un aumento general de los salarios de los empleados estatales. La consecuencia de esta medida fue una inflación sin precedentes en el país que inmediatamente evaporó este aumento y que sigue causando estragos.
Entonces, como se puede aumentar el salario mínimo hasta llegar a un nivel tal que realmente alcance para cubrir las necesidades básicas de una familia? La solución es compleja y a largo plazo. La primera condición que se debe dar es un crecimiento sostenido de la economía. Algunos economistas calculan que este crecimiento no debe ser inferior al 5% anual durante un largo período de años. Sin embargo, en Colombia son pocos los años que vemos estas cifras de crecimiento del PIB y lo peor es que nuestra economía depende principalmente de la exportación de commodities (petroleo, carbón, café, etc) sin ningún tipo de valor agregado. Está demostrado que las economías que dependen de la exportación de materias primas (commodities) no son las que se desarrollan. Algunas logran altos crecimientos del PIB en algunos años pero estas industrias emplean principalmente mano de obra no calificada. Por eso latinoamérica está rezagada.
Para que la economía de un país crezca en forma sostenida y esta nueva riqueza sea bien distribuida, de tal manera que genere bienestar a la mayoría de habitantes al permitirles ingresar a la clase media, esta debe estar basada en el conocimiento, en la innovación y la tecnología, y no en las materias primas.
Hace poco leí en The Wall Street Journal un artículo en donde se informaba sobre la guerra que tienen las empresas tecnológicas de Silicon Valley por quedarse con los ingenieros de su competencia. En esta guerra están inmersas empresas como Apple Inc., Microsoft Corp. y Google Inc. entre muchas otras. A causa de esta guerra, los salarios de los profesionales afines a esta industria se han visto casi que duplicados en poco mas de 3 años. No hubo necesidad de un decreto ni nada que se le parezca. Simplemente son empresas que generan mucha innovación, que son extremadamente rentables y necesitan a las personas que produzcan esa innovación.
En las economías desarrolladas se mide un indicador llamado Indice de Productividad Laboral. Este mide, la producción de una empresa por cada empleado que tiene. Por supuesto, los salarios de esos empleados son muy altos al compararlos con los nuestros porque la producción de dichas empresas es muy alta en proporción a su número de empleados.
Entonces, para poder lograr que nuestro país llegue a tasas de crecimiento altas, que permitan el aumento de los salarios y del bienestar general de la población, se necesita primero que todo fortalecer el sistema educativo (desde la primaria hasta la universidad) para que este sea de calidad. Sin un sistema educativo de clase mundial, enfocado en las ciencias exactas y las matemáticas, no hay la materia prima necesaria para generar una economía del conocimiento. Hay que dar prioridad a la calidad. En estos momentos nuestro país no está en lugares decorosos en las principales pruebas internacionales. Por lo menos ya se está midiendo, pero hasta hace pocos años, ni si quiera participaba en las pruebas.
Corea del Sur es un ejemplo para Colombia. Tiene casi la misma cantidad de habitantes que nuestro país. Hace 40 años era más pobre que nosotros. Su PIB per cápita era la mitad que el nuestro, pero decidieron enfocar su economía en la tecnología y empezaron a imitar a sus vecinos los japoneses. Posteriormente se enfocaron en su sistema educativo para que sus egresados estuvieran a la par de las necesidades de las empresas. Hoy día su PIB per cápita es 3 veces más grande que el colombiano y multinacionales surcoreanas como Samsung, LG, Hyundai o Kia, invaden con sus productos a todo el planeta. Sobra decir que el salario mínimo de los surcoreanos por lo menos les da para vivir decentemente, al mismo tiempo que su economía escupe a diario nuevos ricos, dado que su dinamismo es terreno fértil para los emprendedores más astutos.
En conclusión, se necesita mucho más que un comité tripartito para dar solución a semejante problema. Se necesitan líderes con visión a largo plazo y no a 4 años, que sean capaces de crear una transformación verdadera y permanente para nuestro a país.

Cordialmente,
ALBERTO CORTES

viernes, 26 de agosto de 2011

Carta abierta al ganador del Baloto


Querido afortunado ganador del Baloto. Sea este el medio para felicitarte por la increíble suerte que acabas de tener. Como no te conozco y creo que tampoco nos vamos a conocer, puedes tener la tranquilidad de que no busco hacer parte del grupo de “nuevos amigos” que vas a tener de ahora en adelante y que solo estarán interesados, en su mayoría, en algún beneficio de esa amistad. Por el contrario, lo único que quiero es brindarte unos consejos para que no repitas la historia de la mayoría de los que ganan loterías (por favor lee el artículo Cuanto dura el gordo de la lotería).
Primero que todo, te recomiendo que veas las cosas en perspectiva. A los 74.000 millones de pesos réstale el 20% de la retención en la fuente y te quedan 59.200 millones de pesos a recibir. Al cambio de hoy, son unos 33 millones de dólares aproximadamente. Indudablemente acabas de ganar una fortuna pero recuerda que debe haber cientos de familias colombianas que poseen un patrimonio similar o superior a ese. La diferencia es que no lo tienen en efectivo porque está representado en empresas, propiedades e inversiones de todo tipo y, además, no lo ganaron en la lotería sino haciendo negocios.
Como sé que compraste el premio en El Paso, Cesar, es posible que seas empleado de la empresa Drummond. Piensa que si hoy fueras donde los hermanos Drummond a comprarles la mina que tienen allá, con tus 33 millones de dólares solo lograrías el 0,4% de la propiedad, pues ese chuzo lo están vendiendo por 8.000 millones de dólares. O sea que cuando los hermanos Drummond vendan su mina y se lleven el dinero del país, lo que tú consideras una gran fortuna, para ellos solo será el 4 x mil que les quita el gobierno en la transacción.
Hoy leí en Twitter un chiste que decía que Steve Jobs, el presidente y fundador de Apple que renunció anteayer, lo había hecho porque se ganó el Baloto. Jajajaja, me dio mucha risa la comparación porque tendrías que ganarte 251 veces ese mismo premio que acabas de ganar para poder igualar la fortuna con la que hoy se ha retirado Steve Jobs. Dicho sea de paso, Steve nunca ganó una lotería ni recibió herencia pues sus padres eran de la clase trabajadora. Toda esa fortuna salió de su brillante, creativo y visionario cerebro.
Te digo esto para que, en vez de sentirte grande entre los pobres, te sientas pequeño entre los ricos y de esta forma te sigas manteniendo humilde. Cuando uno siente que está abajo, quiere subir. En cambio cuando uno siente que está muy arriba, lo que hace es despilfarrar migajas inútiles para demostrar la grandeza que no tiene. Nada de andar haciendo tiros al aire, pateando busetas ni alardeando borracho de que puedes comprar cuando quieras el negocio de donde te están echando.
Claro que es justo y sano que destines parte de tu premio a solventar las carencias económicas de tus familiares y amigos más cercanos, pero no te puedes dar el lujo de solucionarle sus problemas al pueblo entero. Los problemas de la sociedad no se solucionan con caridad sino con política económica. Tu principal aporte a la sociedad será invertir ese dinero sabiamente para que, en principio te beneficie a ti mismo con los dividendos obtenidos, y en últimas beneficie a la comunidad gracias a los empleos que se generen, al aporte al PIB del país y a los impuestos que vas a tener que pagar año tras año.
Como seguramente no eres un hombre acostumbrado a manejar negocios e inversiones, o por lo menos no esas cifras, te aconsejo que busques ayuda profesional para invertir todo el capital antes de tomar decisiones influidas por tus nuevos amigos y antes de gastar dinero en carros, casas, yates y cosas por el estilo.
Si me lo permites, te voy a recomendar que inicialmente hagas un presupuesto para vivir la vida que quieres vivir y compres propiedad raíz hasta que con los arriendos llegues a ese nivel de ingresos mensuales que quieres mantener. De esa manera te puedes gastar los arriendos viviendo y las propiedades siempre las vas a tener ahí. Por ejemplo, si determinas que tu nuevo nivel de vida vale 60 millones de pesos mensuales, por decir una cifra cualquiera, tendrás que invertir aproximadamente 10.000 millones de pesos en propiedad raíz (apartamentos, casas, locales, bodegas, oficinas, etc) para que te generen los 60 millones en arriendo mensual. Así que los 49.200 millones de pesos restantes podrás invertirlos en activos a largo plazo que no tengas que sacarles dinero mensual y de esa forma se irán multiplicando. El dinero tiene la cualidad de que, en las manos correctas, se multiplica, pero en las manos equivocadas, desaparece por completo sin tener en cuenta que tan grande haya sido alguna vez la fortuna.
Ojo que para que el dinero desaparezca no necesitas gastarlo. Si hoy compras una propiedad cualquiera y gastas 2.000 millones de pesos y mañana te arrepientes, puede que la vendas solo por 1.500. Esos 500 millones no te lo gastaste tú, no los disfrutaste, pero desaparecieron gracias a una mala decisión.
Siguiendo con el ejemplo, supongo que de los 49.200 millones habrás repartido unos 4.200 entre tus familiares, amigos más cercanos, y a la caridad. Así que tendrás 45.000 millones disponibles para invertir a largo plazo. Por supuesto que no tienes ni idea de en qué vas a invertir todo ese dinero. Pues te recomiendo que te alejes de los negocios pequeños, de los negocios de barrio, de la flota de taxis o de busetas, de las platas al interés, o cosas por el estilo. Te vas a volver loco administrando tu mismo todo eso. Esos son negocios para personas que apenas comienzan con capitales más pequeños.
Ahora que tienes tal volumen de recursos caído del cielo lo que tienes que hacer es invertir en empresas de mediano tamaño que ya estén constituidas, produciendo utilidades, con una estructura gerencial formada y de primera calidad, con algunos años de tradición y una marca reconocida en el mercado. No arranques de cero tú con ningún negocio. Hazte socio de esas empresas. Esas empresas no las vas a encontrar inscritas en la Bolsa de Valores de Colombia. Las empresas que están en la Bolsa son mucho más grandes, no vas a tener ningún control sobre ellas y vas a entrar en un juego especulativo que no conoces, te vas a ver tentado a estar comprando y vendiendo acciones a toda hora, con lo que muy seguramente vas a empezar a perder dinero tarde o temprano porque no tienes la formación académica para conocer lo que estás haciendo.
Entonces, donde están esas empresas? Pues obviamente no te vas a poner a buscar en el directorio telefónico y le vas a tocar en la puerta de su oficina a don Arturo Calle para decirle que quieres invertir en su negocio sin mas carta de presentación que haber sido el ganador del baloto. Te van a cerrar la puerta en tu cara. Lo que debes hacer es buscar una firma dedicada a hacer Banca de Inversión. Los principales grupos financieros del país tienen su filial de Banca de Inversión. Ellos son especialistas en valoración de empresas, para que puedas comprar participaciones importantes al precio justo y puedas recibir buenos dividendos o ser parte del aumento de su patrimonio gracias al crecimiento de estas empresas. Ellos saben qué empresas buscan socios y tu eres un socio potencial.
Quiero decirte una última cosa. Cuando compras una propiedad destinada a aumentar tus ingresos, es una inversión. Cuando compras una propiedad que no te genera ingresos, es un gasto. Recuerdo el año pasado la noticia sobre la bancarrota del actor Nicolas Cage. A este señor le tocó declararse en bancarrota porque había comprado tantas casas (supuestamente inversiones) que para poderlas mantener necesitaba un ingreso anual de 25 millones de dólares y “solo” se estaba ganando 20 millones de dólares al año (un Baloto como el tuyo cada año y medio). Pobrecito! Eso demuestra que la salud de tus finanzas no depende del tamaño de las cifras sino de las buenas o malas decisiones que se tomen para administrarlas.
Me he tomado la tarea de escribirte todo esto porque soy enemigo del despilfarro y de paso le sirve a cualquier otro lector que también, al igual que tu, le haya caído una platica del cielo y no sabe qué hacer con ella. Es en serio, no quiero que repitas la misma historia del señor Juan Buchaar, el del artículo que cité al inicio de este escrito. Espero que disfrutes tu nueva vida y los placeres que el dinero puede comprar.

lunes, 22 de agosto de 2011

Los superinversores de Villa Graham y Dodd


NOTA 1: Este artículo es una versión editada y resumida de una conferencia pronunciada por Warren Buffett en la Columbia University en 1984 para conmemorar el 50 aniversario de la publicación del libro Security Analysis, escrito por Benjamin Graham y David L. Dodd. Este volumen especializado introdujo por primera vez las ideas que posteriormente se popularizarían en El inversor inteligente. El ensayo de Buffett ofrece un fascinante estudio de la forma en que los discípulos de Graham (él incluído) han utilizado el método de inversión en valor para conseguir un fenomenal éxito en el mercado de valores.

NOTA 2: Desde el momento en que escribió este ensayo en 1984 hasta el día de hoy 22 de agosto de 2011, Warren Buffett ha seguido invirtiendo según los principios de la inversión en valor, logrando multiplicar por 130 el valor patrimonial de la acción de su compañía Berkshire Hathaway, lo que lo llevó a convertirse en el hombre más acaudalado del planeta.

Por Warren E. Buffett
¿Ha quedado desfasado el método de análisis de valores de Graham y Dodd que consistía en «buscar valores que tengan un margen de seguridad significativo en relación con los precios?». Muchos de los profesores que escriben libros de texto en la actualidad dicen que sí. Afirman que el mercado de valores es eficiente; es decir, que la cotización de las acciones refleja todo lo que se sabe sobre las perspectivas de una empresa y sobre el estado de la economía. No hay acciones minusvaloradas, afirman estos teóricos, porque existen inteligentes analistas de valores que utilizan toda la información disponible para garantizar unos precios inquebrantablemente apropiados. También dicen que los inversores que aparentemente consiguen unos resultados mejores que los del mercado año tras año lo logran simplemente por pura suerte. «Si los precios reflejan completamente toda la información disponible, este tipo de habilidad para la inversión queda excluida», escribe uno de los autores de los libros de texto actuales.
Bueno, es posible, quien sabe. Sin embargo, he venido a presentarles a un grupo de inversores que, año tras año, han conseguido mejores resultados que el índice de acciones Standard & Poor’s 500. La hipótesis de que lo hayan hecho por pura suerte es, por lo menos, digna de examen. Un elemento esencial de ese examen es el hecho de que todas estas personas que han conseguido mejores resultados que el mercado son personas a las que conozco muy bien, y que habían sido identificadas previamente como inversores excelentes, identificación que, en el caso más reciente, tuvo lugar hace más de 15 años. A falta de esta condición, es decir, si simplemente acabase de buscar entre miles de archivos para elegir los nombres de las personas que les voy a presentar, les aconsejaría que dejasen de leer ahora mismo.
Antes de que comencemos este examen, me gustaría que imaginasen un campeonato nacional de lanzamiento de monedas cara o sello. Supongamos que conseguimos que mañana por la mañana 225 millones de estadounidenses se presenten a ese concurso y les pedimos a todos que lancen una moneda al aire. Al día siguiente, en la mañana, todos ellos se levantan y tratan de adivinar si va a salir cara o sello. Si aciertan, ganan 1 dólar de aquellos que hayan fallado. Todos los días los perdedores son descalificados, y al día siguiente las apuestas acumuladas con las ganancias de los días anteriores se vuelven a apostar. Después de diez apuestas en diez mañanas habrá aproximadamente 220.000 personas en Estados Unidos que habrán sido capaces de adivinar correctamente diez apuestas seguidas. Cada una de ellas habrá ganado algo mas de 1.000 dólares.
Probablemente los integrantes de este grupo empezarán a sentir una punzada de orgullo, siendo como es la naturaleza humana. Es posible que traten de ser modestos, pero en las fiestas, de vez en cuando, reconocerán ante los miembros más agraciados del sexo opuesto que tienen una técnica, explicarán como es esta técnica, y harán maravillosas aportaciones al arte de adivinar si va a salir cara o sello.
Suponiendo que los ganadores están percibiendo una recompensa adecuada de los perdedores, en otros diez días tendremos 215 personas que hayan sido capaces de adivinar 20 veces seguidas si la moneda iba a salir cara o sello y que, gracias a este ejercicio, habrán conseguido convertir 1 dólar en algo más de 1 millón. Se habrán perdido 225 millones de dólares y se habrán ganado otros 225 millones de dólares.
Llegado este momento, los miembros de este selecto grupo habrán perdido la cabeza por completo. Probablemente estarán escribiendo libros sobre «Cómo convertí un dólar en un millón trabajando 30 segundos cada mañana». Aún peor, estarán probablemente empezando a recorrer el país pronunciando conferencias sobre el eficiente arte de tirar la moneda al aire y desdeñando a los profesores escépticos con la afirmación de «si es imposible hacerlo, ¿cómo es que 215 de nosotros lo hemos logrado?».
No obstante, llegado ese momento, algún catedrático de alguna facultad de negocios será probablemente lo suficientemente grosero como para mencionar el hecho de que, si 225 millones de orangutanes se hubiesen dedicado al mismo ejercicio, el resultado habría sido muy parecido: 215 orangutanes ególatras con una serie de 20 aciertos seguidos.
Me gustaría afirmar, no obstante, que hay algunas diferencias importantes en los ejemplos que voy a exponer. Por una parte si (a) se hubiese repartido a 225 millones de orangutanes de una forma mas o menos parecida a como está repartida la población de Estados Unidos, y (b) quedasen 215 ganadores después de 20 días y si (c) descubriese usted que 40 de esos 215 ganadores provenían de un zoológico concreto en Omaha, estaría usted bastante seguro de que estaba a punto de descubrir algo interesante. Por lo tanto, probablemente visitaría el zoológico y le preguntaría al cuidador qué les daba de comer a los orangutanes, si hacían algún tipo de ejercicio especial, y qué libros leían, o cualquier otra cosa que se le ocurriese. Es decir, si hubiese descubierto cualquier concentración realmente extraordinaria de éxito, estaría interesado en averiguar si era capaz de identificar concentraciones de características infrecuentes que pudiesen ser factores causales.
El estudio científico suele seguir de manera natural este tipo de patrón. Si estuviese tratando de analizar las causas posibles de un tipo infrecuente de cáncer, del que hubiese, por ejemplo, 1.500 casos al año en Estados Unidos, y descubriese que 400 de ellos se producen en un pequeño pueblo minero de Montana, sabría que no era posible que por mera distribución aleatoria 400 afectados proviniesen de un área tan reducida. Es posible que no supiese necesariamente los factores causales, pero sabría en donde tenía que buscar.
Mi tesis es que hay formas de definir el origen diferentes a la geografía. Además de los orígenes geográficos, existen lo que yo denomino orígenes intelectuales. Creo que podrán descubrir que existe un número desproporcionado de personas que han conseguido éxito en el concurso de cara o sello en el mundo de la inversión que provenían de una muy pequeña aldea intelectual que podría llamarse Villa Graham y Dodd. Se puede atribuir a esta pequeña aldea intelectual una concentración de ganadores que simplemente no puede explicarse por la mera suerte.
En este grupo de inversores de éxito que quiero examinar había un patriarca intelectual común, Ben Graham. Sin embargo, los niños que abandonaron la casa de ese patriarca intelectual decidieron sus «apuestas» de formas muy diferentes. Fueron a lugares diferentes y compraron y vendieron diferentes acciones de diferentes empresas y, no obstante, consiguieron unos resultados combinados que simplemente no se pueden explicar por la casualidad aleatoria. Ciertamente no se pueden explicar por el hecho de que todos estuviesen haciendo la misma apuesta de la misma manera porque un líder estuviese indicándoles lo que tenían que hacer. El patriarca se limitó a exponer la teoría intelectual para adoptar las decisiones a la hora de lanzar al aire la moneda, pero cada uno decidió a su manera su propio método personal de aplicar la teoría.
El rasgo intelectual común de los inversores procedentes de Villa Graham y Dodd es el siguiente: buscan discrepancias entre el valor de una empresa y el precio de las pequeñas partes de la empresa que se venden en el mercado. En esencia, aprovechan esas discrepancias sin prestar atención a las cuestiones que tanto interesan al teórico del mercado eficiente: si las acciones se compran el lunes o el jueves, o si es enero o julio, etc.. Incidentalmente, cuando los empresarios compran empresas, que es exactamente lo que nuestros inversores de Villa Graham y Dodd están haciendo a través de los valores negociables, dudo que haya muchos que tengan en cuenta en sus decisiones de compra el día de la semana o el mes en el cual va a tener lugar la transacción. Si no tiene ninguna importancia ni trascendencia el que una empresa se compre el lunes o el viernes, me desconciertan los motivos que llevan a tantos académicos a invertir enormes cantidades de tiempo y esfuerzo a comprobar si tiene algún efecto el que esas pequeñas partes de esas mismas empresas (las acciones) se compren un día u otro, o un mes u otro. Nuestros inversores de Villa Graham y Dodd no se preocupan ni de betas, ni de modelos de determinación de precios de activos de capital (CAPM), ni de covarianzas en los rendimientos entre acciones. De hecho, la mayoría de ellos tendría dificultades para definir esos términos. Estos inversores se centran simplemente en dos variables: precio y valor.
Siempre me ha parecido extraordinario que haya tantos estudios que se centren en el comportamiento del precio y el volumen, las cosas que interesan a los chartistas. ¿Se imagina comprando una empresa entera simplemente porque su precio ha subido sustancialmente la última semana y la semana anterior? Por supuesto, el motivo de que se hagan tantos estudios con estas variables de precio y volumen es que en la actualidad, en la era de los ordenadores, hay una serie prácticamente infinita de datos sobre esas variables. Aunque no tengan utilidad alguna, los datos están ahí. Como dice un amigo mío, a un hombre que tiene un martillo todas las cosas le parecen clavos.
Comenzaré este estudio de los resultados remontándome a un grupo de cuatro de nosotros que trabajamos en la Graham-Newman Corporation desde 1954 hasta 1956. Éramos únicamente cuatro; no es que haya elegido estos nombres entre miles de personas. Me ofrecí a trabajar para Graham gratuitamente después de terminar su curso, pero él me rechazó diciendo que pedía demasiado. Después de darle mucho la lata, acabó contratándome. Había tres socios y nosotros cuatro éramos los «siervos» sin remuneración.
El primer ejemplo es el de Walter Schloss. Walter no fue a la universidad, pero hizo el curso de Ben Graham por la noche en el New York Institute of Finance. Su firma ha obtenido una rentabilidad promedio del 21.3% anual compuesta durante los últimos 28 años, en comparación con el 8,4% del S&P 500 (la media del mercado). O sea que Scholoss ha logrado multiplicar 232 veces cualquier capital invertido por sus socios cuando inició. Esto es lo que un periodista escribió sobre él en la revista Supermoney (1972):
No tiene contactos ni acceso a información útil. Prácticamente nadie en Wall Street le conoce, y no le ofrecen ninguna idea. Examina los números y solicita los informes anuales, y eso es todo. Tiene una integridad absoluta. Para él el dinero es real y las acciones son reales; de este hecho fluye su atracción por el principio del «margen de seguridad».
A Walter no le importa que sea enero, no le importa que sea lunes, no le importa que haya elecciones o no ese año. Su teoría es muy sencilla: si una empresa vale 1 dólar y puedo comprarla por 40 centavos, es posible que me pase algo bueno. Eso es todo lo que hace una y otra y otra vez.
El segundo caso es el de Tom Knapp, que también trabajó conmigo en Graham-Newman. Tom era licenciado en química antes de la guerra; cuando volvió de la guerra lo único que hacía era ir a la playa. Un día se enteró de que Dave Dodd daba un curso nocturno de inversión en la Columbia University. Asisitió al curso como oyente y se interesó tanto por la materia que decidió matricularse en la Columbia Business School para hacer un MBA. Volvió a hacer el curso de Dodd, y también hizo el de Graham. Por cierto, 35 años depués llamé a Tom para comprobar algunos de los datos que he mencionado aquí y volví a encontrarle en la playa. La única diferencia es que ahora era el dueño de la playa.
El tercer miembro del grupo soy yo mismo. En 1957 conformé una sociedad llamada Buffett Partnership que liquidé en 1969 con un historial verdaderamente satisfactorio: en solo 12 años multipliqué el capital de la sociedad casi 29 veces, producto de un 29.5% de rentabilidad anual compuesta promedio durante ese período. Sobra decir que mis socios, los que aportaron el dinero, quedaron más que satisfechos con los resultados.
Seguimos con Bill Ruane, a quien conocí en la clase de Ben Graham en 1951. El historial de Bill desde 1951 hasta 1970, trabajando con cantidades relativamente pequeñas de dinero, fue mucho mejor que la media. Cuando liquidé Buffett Partnership, le pregunté a Bill si podía organizar un fondo que gestionase a todos nuestros socios, por lo que organizó el Sequoia Fund. Me complace decir que mis socios, en una medida asombrosa por las dificultades del mercado de esos días, no solo se mantuvieron fieles a él, sino que le confiaron aún más dinero, obteniendo felices resultados hasta el día de hoy.
Estos datos no están manipulados por la ventaja que da conocer los resultados a posteriori. Bill fue la única persona que recomendé a mis socios, y en aquel momento afirmé que si conseguía una ventaja de 4 puntos por año con respecto al S&P 500, eso sería un resultado sólido. Bill mejoró con creces esos resultados trabajando con cantidades cada vez mayores de dinero. Eso hace que las cosas sean mucho más difíciles. El tamaño es el ancla de la rentabilidad.
El siguiente caso es el de un amigo mío que es licenciado en Derecho. Me encontré con él en 1960 y le dije que el derecho estaba bien como afición, pero que había mejores cosas que podía hacer. Organizó una sociedad bastante diferente de la de Walter. Su cartera se concentraba en una cantidad muy reducida de valores, pero su método se basaba en el mismo criterio de descuento con respecto al valor. Por cierto, me estoy refiriendo a Charlie Munger, socio mío durante mucho tiempo en la gestión de Berkshire Hathaway. Cuando dirigía su sociedad, sus participaciones eran totalmente diferentes a las mías y de las de los otros colegas mencionados anteriormente.
Otro caso es el de un compañero que era amigo de Charlie Munger, otra persona que no había pasado por una facultad de negocios, ya que era licenciado en matemáticas. Al salir de la Universidad trabajó para IBM, como vendedor, durante un tiempo. Después de que yo hablase con Charlie, Charlie habló con él. El historial del que estoy hablando es el de Rick Guerin. Rick, en el período que va desde 1965 hasta 1983, durante el cual el S&P 500 obtuvo una ganancia compuesta del 316%, consiguió una ganacia del 22.200% (Sí, veintidós mil doscientos por ciento!), que, debido a que carece de formación en una facultad de negocios, considero que es estadísticamente significativa.
Me gustaría hacer una indicación al margen: me resulta extraordinario que la idea de comprar billetes de 1 dólar por 40 centavos arraigue inmediatamente en unas personas, o no arraigue en lo absoluto. Es como una inoculación. Si no se apodera de una persona inmediatamente, sería posible hablar con ella durante años y enseñarle todo tipo de datos y registros, y no serviría para nada. Simplemente no son capaces de captar el concepto, a pesar de lo sencillo que es. Sin embargo una persona como Rick Guerin, que no tenía ningún tipo de educación formal relacionada con el mundo de los negocios, comprendió inmediatamente el método del valor para invertir y cinco minutos después ya lo estaba aplicando. Nunca he conocido a una persona que se haya ido convirtiendo a este método en forma progresiva. O se reconoce instantáneamente o no hay nada que hacer.
El último caso que les quiero exponer es el de Stan Perlmeter. Stan era licenciado en bellas artes y trabajaba como socio en una agencia de publicidad. Trabajábamos en el mismo edificio en Omaha. En 1965 se dio cuenta de que yo tenía un negocio mejor que el de él, por lo que dejó la publicidad. En este caso, también hicieron falta cinco minutos para que Stan se convirtiese al método del valor. Sus socios se encuentran ampliamente satisfechos con el resultado de su gestión.
Pues bien, estos son solo unas cuantas historias de los jugadores a cara o sello de Villa Graham y Dodd. No los he elegido a posteriori entre miles de ellos. No estoy recitando los nombres de un puñado de ganadores de la lotería. Es importante comprender que este grupo ha asumido muchos menos riesgos que la media. Aunque difieren mucho en su estilo, estos inversores están siempre, mentalmente, comprando la empresa, no las acciones.
Estoy convencido de que hay mucha ineficacia en el mercado. Estos inversores de Villa Graham y Dodd han conseguido el éxito aprovechando las diferencias entre precio y valor. En realidad, los precios del mercado frecuentemente son absolutamente insensatos.
Me gustaría decir una cosa muy importante sobre el riesgo y la recompensa. En ocasiones, el riesgo y la recompensa están relacionados de forma positiva. A mayor riesgo, mayor recompensa. Con la inversión en valor ocurre exactamente lo contrario. Si se compra un billete de 1 dólar por 60 centavos es más arriesgado que comprarlo por 40 centavos, pero la expectativa de recompensa es mayor en el último caso. Cuanto mayor es el potencial de recompensa, menor riesgo hay.
Les ofreceré un ejemplo rápido: la Washington Post Company en 1973 se vendía a 80 millones de dólares en el mercado. En aquella época, aquel día, se podrían haber vendido los activos a cualquiera entre un grupo de diez compradores por lo menos, como mínimo, por 400 millones de dólares, y tal vez por mucho más. La empresa era propietaria del Post, del Newsweek y de varias emisoras en varios mercados importantes. Esas mismas propiedades valen hoy día 2.000 millones de dólares, así que una persona que hubiese pagado 400 millones de dólares por ellas no habría estado loca.
Pues bien, si las acciones hubiesen bajado a la mitad y la empresa quedara a un precio de 40 millones de dólares en vez de 80 millones de dólares, su beta habría sido mayor. Y para las personas que creen que el beta mide el riesgo, el precio menor les habría parecido que entrañaba un mayor peligro porque solo ven tendencias. Verdaderamente, esto es digno de Alicia en el País de las Maravillas. Nunca he sido capaz de entender por qué es más arriesgado comprar un patrimonio valorado en 400 millones de dólares por 40 millones que hacerlo por 80 millones. Dado que usted no va a tener en sus manos el dinero para comprar toda la empresa, puede comprar partecitas de ella (las acciones en la bolsa) y será necesario que se asegure de que los directivos de la empresa sean personas honradas y razonablemente competentes, pero eso no es difícil.
También será necesario que disponga de los conocimientos que le permitan realizar una estimación en términos muy generales sobre el valor intrínseco de la empresa. De todas maneras no hace falta aproximarse mucho. Esto es lo que quería decir Ben Graham cuando hablaba del margen de seguridad. La cuestión no es tratar de comprar por 95 una empresa que vale 100. El truco está en contar con un enorme margen de seguridad que te permita comprar por 50 algo que vale 100.
En conclusión, es posible que muchos de los lectores que tengan una mente más comercial se estén preguntando por qué he escrito esto. La incorporación de muchos conversos al método del valor reducirá, inevitablemente, los diferenciales entre precio y valor. Lo único que puedo decirles es que el secreto lleva 50 años a la vista de todo el mundo, desde que Ben Graham y Dave Dodd escribieron Security Analysis, y todavía no he apreciado ninguna tendencia hacia la inversión en valor en los 35 años que llevo aplicándola. Aparentemente existe una perversa característica humana que hace que las cosas fáciles acaben resultando difíciles. El mundo académico se ha ido alejando cada vez más de la enseñanza de la inversión en valor. Los barcos darán la vuelta al mundo, pero la Sociedad para la Defensa de que la Tierra es Plana seguirá ganando adeptos. Seguirá habiendo grandes discrepancias entre el precio y el valor de mercado, y los que lean a Graham y Dodd seguirán prosperando.