domingo, 28 de junio de 2009

La ignorancia financiera crea monstruos como DMG

Hace algún tiempo llegó a mi oficina un cliente a quien había citado porque consignó una cantidad de dinero inusual en su cuenta de ahorros. En cumplimiento de las normas legales que regulan el sector financiero en Colombia, el cliente debía entregarme los soportes de la operación que dio origen al dinero consignado y actualizar su información financiera ante el Banco. Esto es un procedimiento rutinario pero los Gerentes de entidades Bancarias debemos saber expresarnos muy bien ante el cliente para que este no piense que sobre él hay alguna sospecha de actividad ilícita. De hecho, una operación inusual solo se vuelve sospechosa si el cliente no brinda una explicación satisfactoria de la transacción o no trae los documentos que soporten la explicación. A pesar de cuidar bien mis palabras, el cliente se presentó muy molesto por la solicitud que le hacía yo como Gerente de la Sucursal Bancaria. Después de insistir en que los documentos que le solicitaba eran para cumplir con la ley y que este era un procedimiento rutinario, finalmente accedió a entregar la información de muy mala gana. Antes de salir de mi oficina muy molesto el cliente soltó la siguiente frase: “si siguen así los bancos se van a quedar sin plata porque en DMG nos dan buena utilidad y no nos piden nada”. La verdad es que quedé sin palabras al escuchar semejante bestialidad.

Por esos días DMG aun no había sido intervenida por el estado Colombiano pero ya era bastante conocida por los medios de comunicación a nivel nacional donde se advertía a los ciudadanos sobre los riesgos que implicaba llevar los ahorros a una empresa como esas. Sin embargo las personas hacían largas colas para llevar su dinero pues muchos tenían amigos que habían “invertido” sus ahorros y ya habían visto como estos se multiplicaban como por arte de magia en períodos de tiempo muy cortos. La oferta más común era que le duplicaban su inversión en solo 6 meses. Como a mí me gusta sacar cuentas, quise hacer el ejercicio para ver cuanto tiempo me tomaría llegar a las diferentes metas financieras que se pone una persona ambiciosa como yo y que aspira a consolidar un patrimonio importante para el retiro si vendiera mi carro que está avaluado en este momento en unos 35 millones de pesos colombianos (US$17.500) e invirtiera el dinero en DMG. Como soy un juicioso ahorrador por supuesto que voy a reinvertir el capital y los intereses hasta que logre mis objetivos y me pueda retirar. Pues el resultado del cálculo fue el siguiente:

- En solo 3 años ya tendría mi primer millón de dólares y me podría retirar de mi trabajo porque ahora sería un inversionista.

- En 5 años y medio ya sería el hombre más rico del pueblo en donde vivo con un patrimonio de $35.8 millones de dólares.

- En 8 años ya entraría al selecto grupo de los billonarios del planeta que publica anualmente la revista Forbes con una fortuna estimada en 1.147 millones de dólares.

- En 9.5 años sería el hombre más rico de Colombia con una fortuna de 9.175 millones de dólares.

- En 11 años sería más rico que Bill Gates, Warren Buffet y Carlos Slim. Osea que me tomaría solo 11 años de no hacer nada para llegar a ser el hombre más rico del mundo. Además viviría en un mundo de millonarios pues otros millones y millones de personas comunes y corrientes también serían para esa fecha millonarios como yo, así que la pobreza en el mundo se acabaría y nadie tendría que trabajar para vivir.

Después de sacar estas sencillas cuentas no dejan de sorprenderme las cifras de la pirámide DMG: Cientos de miles de estafados en Colombia están reclamando sus recursos que suman varios miles de millones de dólares. Ahora me pregunto qué estaban pensando estas personas que vendieron sus carros, casas, negocios, ganado, fincas y solicitaron créditos para invertir en la empresa milagrosa. Esto es evidencia de que en Colombia falta mucha educación financiera pues con una simple calculadora de tienda podrían haberse dado cuenta de que esta empresa lo que les ofrecía era la oportunidad de volverse las personas más ricas del mundo en poco tiempo y sin hacer nada. Ese cuento no se lo traga ni el más tonto de los cristianos.