viernes, 11 de junio de 2010

El sueño de la casa propia


Hace aproximadamente un mes, mientras esperaba ser atendido en una oficina de la Alcaldía Municipal, escuché a unas señoras que conversaban alegremente. Una le contaba orgullosa a la otra que ella todos los años hacía un crédito de consumo y lo invertía en mejorar su casa porque de esa forma se valorizaba la inversión más grande e importante que tenía. En esta última oportunidad el dinero lo invirtió en cambiar totalmente los pisos por una baldosa más lujosa que la anterior.
Por esos días también leí en la prensa que un muchacho desempleado de 23 años que trabajaba como empacador en un almacén de cadena había canado 100 millones de pesos en el programa Quien quiere ser millonario. La primera declaración que hizo fue que con ese dinero se iba a comprar su casa propia.
Después de escuchar la conversación de las señoras y de leer la historia del muchacho empacador, me pregunté: ¿Si la casa no estaba en venta, por qué la señora cree que su vida va a mejorar si cambia el piso? Yo la veo mas endeudada y con el mismo ingreso. ¿Si el empacador se gasta sus 100 millones de pesos en una casa, como va a llevar la comida a la mesa si está desempleado? ¿no sería mas inteligente poner a producir ese capital y seguir pagando arriendo? La única alternativa del empacador es comprar la casa cerca a una zona universitaria y llenarla de pensionados.
Dado que muchas personas no se dan cuenta de verdades tan obvias decidí escribir sobre este tema de la casa propia. En las siguientes líneas trataré de explicar porqué comprar nuestra propia casa no puede ser visto como una inversión sino como lo que realmente es para la mayoría de los mortales pobres y de clase media: el gasto más grande de sus vidas.
Para iniciar, repasemos un poco la historia económica. El profesor de Harvard, Nial Ferguson, en su libro El triunfo del dinero nos explica que lo que actualmente se llama la democracia de propietarios tiene su origen en los Estados Unidos. Hasta finales de la década de 1920, poco más de las dos quintas partes de las familias estadounidenses eran propietarias de la casa en la que vivían. Cuando llegó la crisis económica de los años 30, el precio de la vivienda cayó más de un 20% y la industria de la construcción se desplomó, lo cual profundizó aun más la crisis por el número de personas que dicha industria empleaba y que ahora quedaron cesantes. Fue en esa época que el Presidente Roosevelt dió luz a una serie de medidas para que las recién creadas entidades de ahorro y préstamo pudieran prestar en forma menos riesgosa a las personas que quisieran comprar vivienda. Además de dar beneficios a estas entidades, también se crearon incentivos para los prestatarios como créditos hasta 20 años, reducción de intereses y préstamos hasta por el 80% del valor de la vivienda. Con estas nuevas condiciones inicia una nueva etapa en la que las entidades prestadoras luchan por los clientes con una estrategia publicitaria enfocada en la casa propia como “la inversión más importante de su vida”. En la medida en que mas personas se hacían propietarias de sus viviendas, el resto no se quería quedar atrás y queda este paradigma grabado en la conciencia popular, inicialmente en los Estados Unidos y posteriormente en el resto del mundo. Por su puesto que nuestro país, Colombia, no es ajeno al paradigma del sueño de la casa propia.
Robert Kiyosaki publicó en 1997 el best seller padre rico, padre pobre. Una de las ideas más controversiales que plantea Kiyosaki en su obra es precisamente la diferencia en el pensamiento de los ricos con relación a la clase media y a los pobres en cuanto a la idea de la casa propia. En términos contables, todo lo que una persona posee es un activo y todo lo que debe es un pasivo. La clase media y los pobres piensan en términos contables y creen que la casa en la que viven es un activo si es propia porque es algo que poseen. Entre mas valor tenga la casa, mas ricos se sienten. Por eso, cuando tienen la oportunidad de “invertir” en su casa, lo hacen sin pensarlo dos veces porque se va a valorizar y van a ser más ricos. Cuando pueden, la venden y se compran una más grande porque de esa forma sienten que van progresando económicamente. Lo mismo sucede con el carro. Entre mas vale, mas ricos se sienten.
Los ricos, según Kiyosaki, piensan diferente y por eso cada día son más ricos. Ellos no tienen en cuenta la definición contable de activo, sino que dentro de su lógica un activo es algo que posees pero que además debe tener la condición de que aumente tus ingresos, o sea que genere renta. Es así de sencillo: si posees algo que mete dinero en tus bolsillos, es un activo; si posees algo que saca el dinero de tus bolsillos, es un pasivo. Por esa razón una misma casa puede ser a la vez activo y pasivo. Si yo soy el dueño de la casa y por ella recibo arriendo, es un activo, pero si decido irme a vivir en ella inmediatamente deja de serlo. Así que los que andan por ahí creyéndose ricachones porque viven en una gran casa propia, andan en un carro de lujo y tienen un apartamento frente al mar para ir de vacaciones (también es su casa propia porque no la arriendan), siento decirles que deben descontar el valor de esas propiedades de la lista de activos que creen poseer para que se hagan una idea de su verdadero patrimonio. Esto es una verdad tan innegable que la SEC (Comisión del Mercado de Valores de los Estados Unidos) no tiene en cuenta el valor de la casa en la que vive un inversionista al momento de calcular sus activos para clasificarlo como inversionista profesional.
Muchas personas que hoy día son ricas y que no nacieron en familias acaudaladas se dedicaron primero a comprar verdaderos activos antes que una casa. Sabían que primero debían poseer activos y dejar ese gusto para después. Pero Kiyosaki no fue el primero en darse cuenta del error de calificar como activo nuestra casa. Ya en 1776 Adam Smith en su obra clásica La riqueza de las naciones lo advertía en un capítulo del Libro II de la obra:
El fondo que se invierte en una casa de habitación para el propio dueño cesa en aquel mismo momento de hacer las funciones de capital, pues que no rinde producto alguno activo al propietario. Una casa de esta especie nada aumenta a las rentas de su habitante, aunque le ahorra el pago de otra, y aunque le es sin duda alguna muy útil, esta utilidad es como la de sus vestidos y alhajas domésticas, que aunque entran en parte de su gasto, no componen la de su renta.”
En el mismo capítulo, Smith explica que el fondo de un individuo se divide en dos partes. La primera parte es la que tiene como único fin generar utilidades y la llamamos “capital”. La otra parte es la que suministra inmediatamente el consumo diario. Para Smith, la casa hace parte de esta última parte, tal como lo dice en el mismo capítulo:
“De todas cuantas partes contiene el fondo que se reserva para el inmediato consumo, ninguna se gasta con mas lentitud que la que se emplea en casas de habitación. Un fondo de vestidos puede durar algunos años; un repuesto de alhajas de casa, medio siglo; pero una casa bien construida, y medianamente cuidada, puede subsistir siglos sin número. De todos modos, aunque sea mas dilatado el período de su total consunción, no por eso dejará de ser realmente un fondo reservado para el consumo, como el de los vestidos y utensilios de una casa.”
Creo que este párrafo es muy claro y no necesita más explicación. Finalmente quiero dejar claro que mi objetivo al expresar estas ideas es el de concienciar al lector para que cuando tome la decisión de comprar su casa propia tenga claro que lo que está es dándose un gran gusto y no haciendo la inversión de su vida. De hecho, yo también sueño con vivir en una gran casa hecha a mi gusto, con piscina y jacuzzi, y si no lo he hecho aun es porque primero hay que aumentar el “capital” antes de darme ese lujo que disfrutaré por muchos años. Como siempre, espero sus comentarios.