sábado, 7 de agosto de 2010

Las donaciones multimillonarias

No acostumbro a escribir tan seguido en este espacio. Apenas el domingo pasado escribí y hoy sábado lo hago nuevamente pero es que no salgo de mi asombro y realmente estoy alarmado por la noticia de que ya son mas de 30 los multimillonarios norteamericanos que se sumaron a una organización llamada The Giving Pledge que pretende que sus integrantes donen como mínimo el 50% de sus fortunas a la caridad, sea en vida o dejándolo establecido en sus testamentos. Los líderes de esta iniciativa son precisamente los dos estadounidenses mas acaudalados, Bill Gates y Warren Buffet, quienes desde hace algún tiempo decidieron donar el 99% de sus respectivas fortunas a estas causas. Ahora se unen otros nombres con abultadas billeteras como Ted Turner, David Rockefeller, Michael Bloomberg, Larry Ellison, George Lucas y Paul Allen, entre muchos otros.
Pero cual es el motivo de mi alarma? Sé que al escribir esto muchos no estarán de acuerdo conmigo y me tildarán de avaro, miserable, materialista, egoísta o de quien sabe qué adjetivos más. No importa. Como siempre, solo pretendo dar a conocer mi opinión sobre algo y en este caso opino que DONAR UNA FORTUNA A LA CARIDAD NO ES LO MAS BENÉFICO PARA LA SOCIEDAD EN GENERAL.
Antes de explicar el razonamiento que me lleva a semejante afirmación quiero aclarar que no soy economista. Sin embargo, creo entender hasta cierto grado el funcionamiento del sistema capitalista en el que vivimos como para formarme una opinión bien fundamentada.
Hay un dicho muy sabio que dice que si encuentras a un hombre hambriento en el mar no le des pescado, mejor enséñalo a pescar. Al regalarle el pescado al hambriento, este satisface en forma inmediata su necesidad pero nunca dejará de depender de la mano que se lo proporciona. En cambio, si el hambriento aprende a pescar dejará de depender de la mano caritativa que lo sostenía y con su propio esfuerzo logrará alimentarse. A su vez, este dejará de representar un costo para la sociedad que lo mantenía y ahora estará contribuyendo con su propio trabajo y producción a aumentar el PIB (Producto Interno Bruto) de su nación.
El progreso o riqueza de una sociedad no se mide por la cantidad de billetes que hay en circulación sino por la cantidad de bienes y servicios que dicha sociedad es capaz de producir. La cantidad de producción generada depende de la cantidad de capital que está invertido en las distintas unidades productivas (grandes, medianas, pequeñas y microempresas) que se encuentran en todo el territorio nacional. El afán particular de cada propietario de negocio por acumular mas capital y maximizar sus ganancias lo lleva a una vida frugal lejos del derroche, a controlar sus costos al máximo y a reinvertir buena parte de sus utilidades para aumentar sus fondos y de esta forma también su producción. Aunque el objetivo no es otro que su propio bienestar y el afán por ser cada día mas acaudalado, el dueño de negocio, sin proponérselo, también genera un bienestar a la sociedad en la medida en que su negocio crece, pues este se ve obligado a contratar cada año mas empleados, a comprar cada vez mas materias primas o mercancía de otros negocios, a pagar cada vez mas impuestos y de todas estas formas contribuir con el progreso general de su país aunque repito, no es su objetivo.
Es natural que cuando un individuo por sus habilidades y circunstancias propias tiene un éxito desproporcionado con relación a sus semejantes, este destine una parte de sus cuantiosas ganancias a la filantropía. Devolver a la sociedad más dinero del que está obligado vía impuestos y salarios de empleados, es una actitud sana, admirable, respetable y deseable. Es una forma de obtener paz espiritual en un mundo de grandes desigualdades. Eso no tiene discusión alguna. Con lo que no estoy de acuerdo es con disolver una fortuna para gastarla total o parcialmente aunque sea en causas nobles. Por qué? Es muy sencillo. Las fortunas de los magnates están representadas en empresas que generan los beneficios sociales que ya describí. Al desinvertir ese gran capital y volverlo billetes para gastar es como si se extrajeran esos recursos de toda la sociedad que estaban destinados a producir bienes, servicios, empleos permanentes indefinidamente e impuestos, para desaparecerlos en muy corto tiempo. Es darle pescado al hambriento en vez de emplearlo como pescador.
Entonces qué opciones tienen los que desean devolver todo o buena parte de lo que han recibido? Pues la primera opción que deberían considerar estas personas es la de donar el 100% de las utilidades que reciben vía dividendos por sus negocios, no el capital. En caso de querer desprenderse del capital y dejar de ser magnates pueden donar sus acciones y participaciones a fundaciones dedicadas a la caridad con la restricción de que solo gasten lo que reciben por utilidades y nunca puedan vender acciones para gastarse el capital porque eso es lo perjudicial. De esa forma lo único que hay es un cambio de propietario (ahora el dueño es la fundación caritativa sin ánimo de lucro) y no una desinversión total o parcial del capital. Con las utilidades de esos capitales colosales se puede dar comida a millones de personas en países subdesarrollados y mantener esa fuente de recursos por siglos. De esa forma todos quedan contentos: por un lado el millonario logrará su propósito de donación para satisfacer su espíritu y de paso dejar su nombre escrito con letras de oro en la historia gracias a su benevolencia y por otro lado las fundaciones de caridad obtendrán cuantiosos recursos para sus nobles propósitos. Pero si se venden las acciones de los negocios, ese capital solo durará unos pocos años en ser gastado y en últimas se volverá a la situación anterior.
Por último quiero decir que hay personas que son verdaderamente egoístas, avaros y creo yo que hasta desequilibrados mentales que se les da por dejar sus fortunas a sus mascotas. Sin embargo, si nos despojamos del sentimiento de desprecio y rechazo que un acto de estos genera en todos nosotros (yo me incluyo) y analizamos detenidamente la situación, siendo consecuentes con la idea de que es mas perjudicial para la sociedad gastar el capital, es preferible tener a algunos gatos, perros o loros millonarios cuyas fortunas siempre estarán administradas por una Fiduciaria que desinvertir el capital que estaba en empresas generadoras de empleo y progreso para gastarlo totalmente aunque sea en causas encomiables.
Por favor, busco a un economista que me diga que me equivoco con mis apreciaciones para poder estar tranquilo con lo que están haciendo los multimillonarios.

domingo, 1 de agosto de 2010

El value investing o inversión en valor

Tengo que confesarlo. En el año 2006 cuando era corredor de bolsa para una firma comisionista en Bogotá fui de los damnificados de la estrepitosa caída del mes de junio de ese año. A partir de ese mes no solo desaparecieron mis ingresos por comisiones, las cuales solo un mes atrás representaban el 75% de todo mi ingreso laboral, sino que al igual que mis clientes, perdí buena parte de los ahorros de varios años de trabajo y sacrificios personales. A partir de ese momento inicié la búsqueda de otro trabajo pues se me hacía extremadamente difícil atraer a nuevos inversionistas a la bolsa de valores en un momento tan complicado.

Desde el año 1999 cuando se fusionaron las tres bolsas de valores colombianas en una sola, todo había sido fiesta. En un mercado al alza todos ganan. Todos se sienten expertos inversionistas y desafortunadamente se crean burbujas especulativas porque todos confiaban en que lo único que había que hacer era comprar cualquier acción de una buena empresa y esperar a que el precio subiera como espuma. Si el precio caía, no había problema porque tarde o temprano volvía a subir. Los corredores mostrábamos orgullosos las altas valorizaciones de los últimos años a nuestros prospectos de clientes convencidos de que siempre iba a ser así. Era muy parecido a lo que estamos viendo este año con las acciones colombianas, las cuales están en estos momentos en niveles récords en la historia de nuestro pequeño mercado. Por supuesto que en ese escenario no estábamos preparados para un desplome de más del 40% en menos de 20 días.

Algún tiempo después, al ver que Warren Buffet, actualmente el mejor y mas grande inversionista del mundo, permanentemente cita a su maestro Benjamin Graham y considera su libro, El inversor inteligente, como “el mejor libro sobre inversión jamás escrito”, me interesé por dicho libro. Además, Buffet siempre ha dicho que él no tiene ningún secreto pues este está a la vista de todo el mundo en ese libro. De hecho todos los compañeros de Buffet que trabajaron en la década del 50 en la firma de Graham han tenido rendimientos consistentes a lo largo de todos estos años y sobra decir que han hecho también sus propias fortunas. Cuando inicié su lectura no pude evitar una gran sensación de euforia por todo lo que este me revelaba. En consecuencia, solo me tomó una semana de mis vacaciones leer las 617 páginas de la séptima edición en español de esa obra maestra.

En el artículo anterior quedé comprometido a explicar el concepto de la inversión en valor y lo voy a hacer con un ejemplo sencillo para que sea entendible por cualquiera que lea estas líneas. Por supuesto que no será un ejemplo detallado pero sí espero que la idea general sea captada por el lector.

Supongamos que muy cerca de mi casa hay una panadería. Los panes son muy buenos y el negocio está siempre abarrotado de clientes. Es un negocio exitoso. Un día el señor Juan, que es el dueño de la panadería, invita a una reunión a todos los vecinos del barrio. El objetivo de la reunión es ofrecer en venta acciones de su panadería por 1.000 pesos cada una. Él informa que el horno, las mesas, el inventario y todos los activos de su negocio valen 100 millones de pesos y que las utilidades generadas por el negocio en el último año fueron de 36 millones de pesos. El dinero recolectado con la emisión de acciones será para montar un nuevo local en el barrio vecino, así que él necesita vender $100 millones en acciones para llevar a cabo su expansión. Por supuesto que como todos los vecinos conocen el negocio y saben que es muy bueno y exitoso acceden a comprar todas las acciones que les vende Juan al valor propuesto. Supongamos que yo, ante la oportunidad de invertir en semejante negocio, compro 10.000 acciones, o sea que invierto $10 millones en el negocio de Juan. Tiempo después veo que muchos socios están vendiendo sus acciones a $8.000, a $6.000 hasta llegar a $3.000, así que si me baso por las ventas que han hecho mis vecinos (el mercado), ahora mi inversión solo vale $3 millones. He perdido el 70% de lo que invertí.

Por qué sucedió esto si el negocio de Juan es tan exitoso y no ha dejado de serlo? Porque nadie supo en cuantas acciones dividió Juan su negocio. Resulta que el negocio de Juan estaba dividido en 1 millón de acciones en total, o sea que al multiplicar el millón de acciones por $1.000 cada una, Juan estaba valorando su negocio en 1.000 millones de pesos cuando sus activos solo eran de la décima parte de esa cifra. Al comprarle 100.000 acciones a Juan, sus vecinos compramos por $100 millones solo el 10% de un negocio que ahora tiene $200 millones en activos. Al dividir los $200 millones que vale el patrimonio de los dos locales actuales entre el millón de acciones del negocio, tenemos como resultado un valor patrimonial de solo $2.000 por cada acción. Por esa razón el precio de la acción se desplomó a solo $3.000, porque las utilidades y el valor del negocio no correspondían a la elevada valoración a la que compramos. En ese valor hay una prima de $1.000 por el negocio y el resto es el valor patrimonial.

En la bolsa de valores la situación no es muy distinta que en la panadería de Juan. Muchas personas compran acciones simplemente porque el negocio es muy bueno y tiene prestigio, reporta buenas utilidades o porque el sector tiene buenas expectativas de crecimiento, sin siquiera darse cuenta del precio que están pagando por esos negocios. Suponen que porque el negocio es bueno, el precio siempre debe subir. Otros inversionistas son mucho más juiciosos y realizan el análisis técnico, que consiste en analizar mediante gráficas las tendencias de los precios de una determinada acción sin tener en cuenta los resultados de la empresa que esta acción representa. Si los precios han venido subiendo, suponen que hay que comprar porque estamos en tendencia alcista o bullísh. Si estos han venido bajando, se supone que hay que vender porque estamos en tendencia bajista o bearish. En realidad estas personas no son inversionistas sino especuladores tratando de adivinar el futuro. Tratan de saber hacia donde se va a mover el mercado, pero desafortunadamente el mercado es totalmente irracional. Los precios en un día cualquiera solo dependen del estado de ánimo de las masas que lo conforman. Precisamente este tipo de análisis de especuladores fue lo que llevó a las valorizaciones astronómicas de las empresas punto com del mercado Nasdaq en los Estados Unidos en la década de los 90’s (muchas de estas empresas llegaron a venderse hasta por 200 veces el valor de su patrimonio y por 300 veces el valor de las utilidades de su último año), inflando una burbuja que reventó en el año 2000 donde muchas de estas acciones perdieron mas del 99% de su valor.

Graham demostró que el mercado es como un péndulo. El centro de ese péndulo es el valor real o intrínseco de la acción (o de la empresa si se quiere). El precio siempre tiende a oscilar entre los altos niveles cuando el optimismo y la codicia se apoderan de las masas y los bajos niveles cuando reina el temor a perder dinero. Por lo tanto, para ser exitoso hay que dejar de especular creyendo que vamos a adivinar el precio futuro. Hay que analizar el negocio subyacente y no la acción como un simple título. Si compramos a buen precio acciones de una empresa después de hacer un análisis concienzudo y racional de su patrimonio, de sus utilidades históricas, de su política de dividendos y de sus directivos, perfectamente nos podemos olvidar del precio que el irracional mercado dicta todos los días porque nuestro objetivo como inversionistas es aprovechar las utilidades que nos da la empresa por medio de sus dividendos y no esperar una valorización inmediata para vender. Nuestra inversión es a largo plazo, mínimo a 10 años. Al tener la seguridad de que compramos a un buen precio no tiene porqué preocuparnos si las acciones bajan o suben. Al comprar de esta manera tampoco importa mucho si la acción no cotiza en bolsa pues no nos interesa vender ni tampoco nos interesa que a cada minuto nos estén dando un nuevo precio. Es mas, si el precio baja deberíamos estar contentos porque podemos comprar mas acciones de ese buen negocio a un mejor precio. A la larga, si compramos a buen precio, el mercado nos dará la razón al valorar la empresa en su precio justo en algún momento.

Por supuesto que de las cosas mas importantes del método de Graham es saber determinar lo que se puede considerar un buen precio de compra. Para eso hay unos parámetros según el tipo de inversionista que uno es, pero no voy a entrar en esos detalles para no ser más extenso. Solo voy a decir que hay que olvidarse de los gráficos y las tendencias. Solo hay que analizar la relación que hay entre el precio y las utilidades, el patrimonio y la solvencia general de la compañía en el momento en el que pensamos hacer la inversión. Si esta relación es buena, compramos. De lo contrario, no compramos, aunque todo el mundo esté comprando. Con este método podemos encontrar verdaderas gangas a la vista de todos.

Después de conocer todos estos conceptos recordé que en lo peor del desplome del 2006 había un gran cliente de la firma en la que yo trabajaba. Este hombre hizo toda su fortuna en la bolsa de valores. Cuando liquidó la totalidad de su portafolio entre los meses de diciembre de 2005 y febrero de 2006 todos pensamos que se iba a retirar pues ya contaba con el equivalente a unos 60 millones de dólares en su haber y mas de 30 años en ese negocio. Todos quedamos incrédulos cuando aquel hombre dijo que le parecía que las acciones estaban muy caras y que se iba a retirar pero solo por algún tiempo mientras los precios se normalizaban. Cuando lo vimos nuevamente en la oficina de la firma comisionista en junio de ese mismo año nadie pensó que cuando todos estábamos en shock y algunos hasta en el hospital, este hombre quería comprar las acciones que todos querían vender. Recuerdo que su corredor me comentó que él decía que compraba en ese momento porque las acciones de las mejores empresas estaban muy baratas y que no le importaba si seguían bajando más. De hecho, si eso llegaba a suceder compraría aun mas acciones. En ese momento yo suponía que él tenía un don especial para predecir lo que iba a pasar en el mercado pues apenas unos pocos meses después los precios ya se habían recuperado bastante. Después comprendí que él no tenía ni idea de lo que iba a pasar con el mercado sino que se trataba de un inversionista que aplicaba los principios de Graham del value investing y eso le garantizaba hacer compras a los mejores precios. Ahora estoy seguro de que si en esa época yo hubiera conocido este enfoque para invertir no solo me hubiera evitado ese dolor de estómago que sentía cada vez que abría el mercado y los precios caían un 10% un minuto después sino que en vez de salir corriendo hubiera hecho mi agosto comprando acciones de las mejores empresas de este país a precio de huevo. Pero la vida es un juego largo que da oportunidad para el desquite y de continuar la euforia compradora de acciones que estoy viendo en la bolsa colombiana, creo que ese desquite será pronto. Amanecerá y veremos.